EL CICLO DE DETERMINACIÓN

Por Jacqueline Valderrabano
Video por Caitlyn Jones


Viridiana Pineda no soporta los dolores en las piernas. Está acostada en su cama, su sonrisa se desvanece, las lágrimas corren en su rostro. Durante las últimas semanas se ha esforzado más, subiendo y bajando las montañas cerca de su casa para prepararse para la siguiente competencia de ciclismo.

Pero, está noche no está segura de querer continuar y sigue llorando.

“Mis amigos dicen que estoy loca sólo por hacer tanto ejercicio”, dice Viridiana. “Me dicen que puedo morir debido a la actividad física que realizo.”

“Mi papá me dijo que estaba pésima en el entrenamiento”, dice más tarde, recordando ese momento de duda. Sus padres le dicen que puede ser la mejor ciclista del mundo.

A sus 16 años, Viridiana no es una joven común. Sale poco con sus amigas. Cambió su horario de clases para acomodar su entrenamiento. Ahorra el dinero que le dan sus padres y colabora con los gastos de las competencias y del equipo de ciclismo “Starst Mountain Bike Club” al que pertenece.

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Al ser estudiante, empleada de medio tiempo y una ciclista de alto rendimiento, le queda poco tiempo para hacer otras cosas. El receso en la escuela es el único momento donde convive con sus amigos. Con frecuencia la bromean por su rigurosa rutina. “Mis amigas me dicen que estoy loca por hacer tanto ejercicio, que me voy a morir por toda la actividad física que hago”, dice.

Viridiana y su familia viven en Valle de Bravo, en una casa de dos cuartos. En la ventana que da a la calle, junto al comedor, cuelgan con listones de colores más de una decena de medallas. Cada una representa las competencias en las que Viridiana o su papá han ganado.

Su padre, Pineda, fue campeón nacional de ciclismo de montaña en 1997. Quince años más tarde, como entrenador de su hija, el principal impulso de Pineda es verla continuar con su legado. Todas las mañanas le grita para alentarla o regañarla cuando no ejercita bien.

“Cuando estamos en la bici no me veas como tu padre”, dice Pineda. Viridiana entiende la diferencia. Pero esto no significa que en su relación no haya problemas. A veces, Viridiana se confía y no hace caso a los consejos de su papá, lo cual provoca diferencias y roces entre ellos.

—¡Papá! Mi llanta está floja.

—¿Qué tiene?

—No sé.

—Ay, te dije que la revisaras.

«Cuando vamos a entrenar, tengo que hacer lo que me dice, si no, se enoja”, dice Viridiana.

Viridiana repite su adiestramiento varias veces sin descansar. Al concluir, envía mensajes por celular a su mamá, en los que promete que será campeona. Viridiana sabe que las promesas a sus padres son un juramento, evidencia de que su perseverancia es mayor que el cansancio. No importan las heridas y cicatrices, dice, heredadas por el ejercicio.

La mamá de Viridiana, quien lleva el mismo nombre, le regaló un dije en forma de bicicleta. Viridiana lo considera su amuleto y lo usa en cada competencia.

En ocasiones, la convivencia familiar se vuelve complicada. Cuando una competencia se acerca, la presión en casa aumenta. Siempre hay pleito entre padre e hija. Ambos quieren ganar uno de los primeros cinco lugares.

“A veces siento que mi hija vive presionada por su papá”, dice la madre de Viridiana. Cuando representa al municipio o al estado no siente la misma responsabilidad. Viridiana tiene miedo de defraudar a su familia. “Como entrenador le exige mucho”, su madre dice. Por eso tengo que apoyar a mis hijas”, dice.

“Mi familia cree en mí”, dice Viridiana, “y yo voy a creer en mí misma”. La vida, dice ella, es como una pista de ciclismo. Hay obstáculos y caídas. Cada día esuna oportunidad de levantarnos y continuar andando.

Su mamá prepara el desayuno conforme al nutriólogo. Viridiana sirve en dos platos fruta y en vasos el licuado de proteínas. Ella y su papá desayunan juntos. La mayor parte del tiempo el silencio los acompaña.

Por unas escaleras angostas con barandal de madera, Viridiana baja su bicicleta “Giant” de 27.5 pulgadas. Retira el lodo pegado y aceita la cadena.

Cuando sale de su casa, voltea a la iglesia de Santa María y pide a la Virgen que la cuide. Viridiana recorre de ocho a 13 kilómetros empinados cada día, empieza en las calles sinuosas del centro del pueblo hasta la reserva natural de Monte Alto o del Arco a La Boquilla – la carretera que conecta con Colorines.

El sol ilumina las calles empedradas de Valle de Bravo. Con mirada fija y hacia adelante. Respiración entrecortada. Tiene la boca seca y en su rostro se marcan los signos del esfuerzo.

Viridiana se enfrenta a caminos peligrosos y difíciles. En la carretera, algunos automovilistas no le ceden el paso, aunque fácilmente ella podría rebasarlos. El empedrado de Valle de Bravo, el mantenimiento impredecible de carreteras, las curvas y pendientes pronunciadas serían aterrorizantes para cualquier ciclista que goza del privilegio de entrenar diariamente en circuitos bien acondicionados.

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Pero no siembre ha sido así. Cuando era niña, un día de Reyes Magos recibió su primera bicicleta. Durante años, anduvo en ella por diversión y mostraba destreza. Fue así como su padre se convenció que su destino era competir en ciclismo. Cuando cumplió 14 años, empezó a ganar competencias.

Pineda, un hombre de 34 años, de piernas musculosas y espalda ancha, mantiene la misma condición física que su hija. Estuvo a su lado en el recorrido de cinco kilómetros.

Él entrena con euforia. “Muchas veces, la gente se burla de mí por la motivación y apoyo que le brindo a mi hija”. Él grita mientras suben a la montaña: ¡Venga Flaca, tú puedes!”, dice Pineda.

Pineda ha dedicado más de 15 años al ciclismo. “Desafortunadamente, nunca lo acompañamos como él lo hace con sus hijas”, dice Doña Jose, abuela de Viridiana.

Los padres de Viridiana son dueños de una frutería. “El huerto de Getsemaní”, está ubicado en Juárez y El Callejón de las Ánimas, en el corazón del pueblo. Viridiana se hace cargo del negocio familiar cuando sus padres no están. Limpia el refrigerador y los estantes de frutas. Durante una plática con Hugo, un joven que trabaja para los Pineda, le dice que no durmió bien y que se siente muy cansada.

Viridiana cursa el segundo semestre de la preparatoria anexa a la normal, de las 14:00 a las 20:00 horas. Durante la secundaria estuvo en el cuadro de honor. Piensa estudiar en Guadalajara la licenciatura en Nutrición del Deporte.

Karina Tola y Francisco Tapia son sus mejores amigos. Ellos la consideran una chica responsable. A pesar de que le gusta sonreír, cuando Viridiana no obtiene un lugar en el podio, pierde la cabeza y su mundo se derrumba. Para Karina y Paco, su amiga vive bajo estrés constante por no defraudar a su familia.

Cada noche, al regresar de clases, el cansancio de los entrenamientos matutinos la alcanzan y requiere de fuerza extra para terminar su tarea. A veces, dice, se siente tan agotada que opta por terminar sus deberes en la escuela.

Viridiana duerme en la misma habitación que Alexia, su hermana menor. Su pequeño cuarto está decorado con las fotografías donde aparece ella en la carrera ganada en Colima y otra de Viridiana y su padre en bicicletas.

Para Alexia, Viridiana es una campeona, y la reconforta cuando la encuentra llorando después de perder una carrera; algunas veces hasta le pide a su papá que ya no ponga tanta presión en ella. Aún así, espera muy pronto empezar a entrenar junto a su hermana.

Los padres de Viridiana consideran que el esfuerzo familiar es menor con respecto a la disciplina que han inculcado en sus hijas. “El ciclismo ha sido mi forma de vida desde que era niño”, dice Pineda. “Sé el trabajo que requiere y la satisfacción que te puede dar. Es por eso que quiero que mis hijas sigan practicándolo”.


 

En junio de este año, Viridiana compitió en el nacional de ciclismo de montaña en Guanajuato. La familia hizo sacrificios para mandarla al evento. Para esta competencia, organizaron una rifa y vendieron una de sus mejores bicicletas para tener suficiente dinero para comprar una nueva para Viridiana.

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«Es un deporte para ricos”, dice Pineda. “Conseguir una bicicleta de marca cuesta más 28 mil pesos”.

Durante el trayecto a la competencia, la camioneta que trasladaba la bicicleta de Viridiana se impactó con otro carro y le causó daños al cuadro, pieza básica donde se fijan las ruedas, silla y volante. Viridiana pensó que no competiría.

Pero al llegar a Guanajuato, los Pineda buscaron frenéticamente a una persona que reparara la bicicleta y pudiera ponerla en la línea de salida.

Ya en la competencia, Viridiana iba en la tercera posición cuando una llanta de su bicicleta se ponchó.

Su padre de inmediato reaccionó y pidió una bicicleta prestada para que finalizara la carrera, pero Viridiana no recuperó el tiempo perdido. Terminó en sexto lugar, por debajo de sus expectativas.

Viridiana recuerda con tristeza a su padre llorando. “Defraudé a mi papá”, dice. Pineda sólo la abrazó. “No quiso decirme nada para evitar que me sintiera peor”, dice Viridiana.

La semana posterior a la carrera trajo malestar para Viridiana y Pineda. El cielo de Valle de Bravo se mantuvo nublado y no salieron a entrenar. Además, Viridiana se resfrió y enfermó del estómago.

“Cuando me siento triste me pongo de malas y no quiero hacer nada”, dice Viridiana. “Me rindo muy fácilmente”.


 

Los Pineda son los responsables de organizar la próxima carrera de ciclismo de montaña en Valle de Bravo. Viridiana se toma la competencia muy en enserio. “Mi familia cree en mí”, dice, “y yo voy a creer en mí”.

La vida es como una carrera de ciclismo, existen obstáculos y caídas. Cada día es una oportunidad para levantarse y seguir.

 

Nebulosa en bici

Viridiana vive en el Municipio de Valle de Bravo, estudia segundo semestre de preparatoria en la Normal Anexa, tiene un año practicando ciclismo y trabaja en la frutería de su padre. Pasa la mayoría de su tiempo a lado de su familia, que son como sus amigos. Los conflictos más grandes que surgen son por las competencias, que sumergen a Viri y a su papá en un constante estrés, ya que luchan por separar los papeles de padre e hija y entrenador y alumna.
Su padre, Manuel, ganador de diversas competencias nacionales en ciclismo, ha perdido la condición y el físico de un atleta, pero eso no ha impedido que entrene a diario y que siga participando en diversas competencias; ha inmerso a sus hijas en un proyecto que pareció truncado por 14 años.
En un momento en que la adolescencia es un factor influyente, Viri, con 16 años, intenta levantarse después de una derrota; es fácil rendirse para ella, sin embargo logra seguir por la motivación que recibe de su papá, mamá, hermana y amigos, además, el ciclismo es su pasión y es el lazo que la llevó a unirse con los seres que más ama.



Viridiana comienza el día con su entrenamiento, en la carretera de Valle de Bravo rumbo a Colorines, hasta La Boquilla. Empieza a las 9:00 en compañía de su entrenador, su padre, quien intenta que Viri sea de las mejores ciclistas.


En la ventana de su hogar cuelgan las medallas que muestran orgullosamente los logros de diversas competencias, desde el primer hasta el treceavo lugar en las más de 20 carreras en las que ha participado a lado de su padre, y otras más con su hermana menor, Alexia.

 


En la carretera rumbo a Monte Alto, Viri lucha contra el cansancio. A pesar de rodar por un camino difícil y sentir el dolor de las piernas, Viri no se detiene y logra terminar siempre sus recorridos.

 


Karina Tola es una de sus mejores amigas en la preparatoria “Anexa a la Normal”, suelen disfrutar su tiempo en la hora del receso.

 


Las paredes de su cuarto están repletas de fotografías que le hacen recordar sus mejores momentos. Viri colecciona fotos de sus amigos y familia, su cuarto es pequeño, así que todo parece un collage.

 


Cuando no están sus padres en la frutería “El huerto de Getsemaní”, Viri se encarga de despachar, ordenar la mercancía y limpiar los estantes. Acude dos veces al día a la frutería, antes y después de ir a la escuela.

 


Durante su visita con la nutrióloga recibe indicaciones para mantenerse saludable antes y después de las competencias. Viri requiere una dieta especial para tener energía a la hora de entrenar.

 


Antes de salir al entrenamiento Viridiana unta pomada en sus piernas para calentar los músculos. No suele hacer ejercicios de calentamiento o estiramiento antes de subir a la bici, pero nunca ha sufrido lesiones graves.

 


Con el equipo de ciclismo de montaña de Valle de Bravo, el cual es encabezado por el papá de Viri. El equipo está conformado por 18 integrantes, de los cuales sólo dos son mujeres, Viri y su hermana Alexia, de 11 años de edad, sin embargo ésta no participa en todas las carreras.

 


Con su entrenador en la ciclopista en la carretera que va rumbo a Monte Alto. Normalmente Viri encabeza los entrenamientos pero esta vez competía con don Manuel.


En Monte Alto, con vista a la presa de Valle de Bravo, Viri descansa después de un largo recorrido de 8 kilómetros.


En medio de su entrenamiento, Don Manuel toma a Viri para estabilizar su movimiento, ya que sufrió una caída y temblaba un poco. El entrenador suele ir al pendiente de todo lo que le pasa a Viri, colocándose detrás de ella para impulsarla y cuidarla.