El arte de Gary

Historia escrita por Jason Yang
Traducción de Aidé Aranda
Fotografía por Cristobal Ortega



Gary ayuda a un alumno en el centro cultural de Malinalco.

Gary helps a student at the Malinalco Cultural Center.


Una tarde, en un pasillo de la casa de cultura de Malinalco, un muchacho que lleva una tabla de madera bajo el brazo se acerca a un hombre delgado con cabello cano. — ¿Puede ayudarme?, —pregunta el muchacho.

Gary Monroy coloca la tabla en su regazo. Su mano derecha sujeta la navaja con el dedo pulgar extendido. Su pulgar izquierdo presiona al derecho y desliza la cuchilla alejándola de su cuerpo. Las virutas caen al suelo como lacillos.

—No uses demasiada fuerza porque te vas a lastimar el hombro —explica Gary—. Usa el peso de tu propio cuerpo. El niño observa los movimientos de Gary mientras éste corta un pedazo de madera. —Ahora inténtalo tú—, Gary da la vuelta a la tabla y se la entrega al joven aprendiz.

Edgar “Gary” Monroy, de 48 años, imparte el taller de tallado de madera en la casa de cultura del pueblo los miércoles y viernes por la tarde. Los talleres, que son patrocinados por el municipio desde principios del año 2000 y con la finalidad de involucrarse más con la comunidad, atraen a estudiantes desde los 13 hasta los 30 años, los cuales esculpen piezas como el busto de Hermes y figuras aztecas.

Gary ganó un concurso nacional de tallado en madera en 1994. Su amor por el tallado le ayudó a librar batallas económicas y personales, y ahora transmite su sabiduría a las generaciones futuras. Él y sus compañeros también han impartido el taller de tallado de madera con el propósito de combatir la alta tasa de desempleo en el pueblo. De acuerdo con los datos del ayuntamiento de Malinalco, la tasa de desempleo en el pueblo se incrementó del 4.2 por ciento en 1980 a 4.4 por ciento en 2010. Para abril del 2013, el ayuntamiento contaba con 107 talladores registrados.

Los talladores han existido en Malinalco desde tiempos prehispánicos. Los aztecas tallaban piedras a mano, tal y como lo hacían aquellos que habitaban cerca de la pirámide de Cuauhtinchan. La tradición sigue viva en Gary y sus colegas. “El tallado de madera es la imagen de Malinalco” afirma Jesús Silva, encargado del centro de información turística del pueblo y ganador del segundo lugar del concurso nacional de tallado de madera de 1994. Además de inculcar esta habilidad a la comunidad, Silva señala que el arte atrae a los turistas desde principios de la década de los años noventa, y el dinero que gastan ahí ayuda a la economía del pueblo.

“Gary ha hecho mucho trabajo comunitario sin paga alguna, se ha convertido en el artista más prestigioso del la comunidad” afirma Ellen Calmus, la coordinadora del Proyecto Rincón, cuya misión es promover el desarrollo educativo y económico de Malinalco. “Es el maestro de maestros” declara Calmus, “él ayuda a la comunidad”.



Gary se sienta en la esquina de una banqueta cerca de la iglesia de San Juan. Su mano derecha sostiene una resortera de madera mientras una navaja en su mano derecha talla los rasgos de una cabeza de toro. Cada deslizamiento de su navaja crea los detalles de la cabeza. Caballos y taxis pasan por la calle, pero su mirada permanece fija en su trabajo.

Los niños en Malinalco aman las resorteras, las cuales utilizan para tirar la fruta de las inalcanzables ramas de los árboles. Cuando Gary tenía 14 años, perdió la resortera de su primo, así que hizo otra con madera y a mano. Su primo no podía creer que Gary la hubiera hecho, por el acabado del mango. Un día llevó la resortera a la zona arqueológica donde un turista quiso comprarla. En ese momento, supo que tenía talento.

Sus padres estaban preocupados por la pasión de su hijo. Gary creció como pastor, heredero del negocio familiar de barbacoa, y confiesa que sus padres no querían que hiciera algo que “lo dejara pobre”. En las mañanas vendía barbacoa con sus padres, por las tardes hacía juguetes de madera a mano y los escondía bajo la cama. “Me gusta (preparar la barbacoa), pero amo el arte” Gary señala.

Conoció a su mentor en el tallado de madera, Manuel Espinoza, en un taller de arte en la casa de cultura, quien le enseño que el detalle no es sólo un elemento esencial en el arte, sino que también es una ventana a más oportunidades. Inspirado, Gary fue a la escuela de bellas artes en Toluca donde aprendió los detalles de la anatomía humana, las medidas para la precisión y exactitud, además de habilidades artísticas para dar vida a su trabajo. Sin embargo, durante su primer año en la escuela, su esposa Elizabeth se embarazó de su hijo, José. “Fueron tiempos difíciles porque tenía que cuidar a mi esposa y a mi hijo, y enfocarme en mi escuela en Toluca”.

* * *

Gary se sienta afuera de su casa, un edificio de concreto de 60 m2. Rodeado de montañas y árboles, Gary da hachazos a un pedazo de madera para así formar la base de la pirámide de Cuauhtinchan. Un aroma a terruño se esparce por el taller.

Ve a su nieto caminar con Elizabeth, lo toma y lo carga hasta su lugar de trabajo. “¿Quieres jugar con el mazo?”, pregunta Gary, quien coloca el mazo alrededor de la mano derecha de su nieto mientras que la mano izquierda sujeta el formón.

Tack, tack, tack. Gary guía la mano de su nieto y golpea el formón con el mazo, tallando y lijando la madera hasta dejar una superficie lisa. Los ojos de su nieto contemplan la destreza de Gary. Hoy, es el padre de dos hijos y un nieto.
A los 22 años regresó a Toluca tras terminar sus estudios. Sin un trabajo seguro ni estabilidad económica, rentaron un cuarto de 25 m2, con una estufa, una cama y un baño. Tuvieron dificultades para pagar la renta y subsistir.
Los fines de semana, Elizabeth trabajaba en un puesto de tacos y vendía ropa tejida. Gary vendía pinturas y ayudaba en el negocio familiar de barbacoa una vez al mes. “Alguna veces me afligía por el dinero” confiesa Elizabeth “pero él siempre decía que no era por el dinero, sino por la experiencia”.

Sin embargo, hubo buenos tiempos a pesar de las dificultades. La familia salía a caminar en sus tiempos libres o cenaban en un restaurante cuando Gary vendía una pieza. Este estilo de vida duró 10 años. “Me quedé con él porque perdí a mi papá cuando tenía 10 años”, señala Elizabeth “así que creo que un niño debe crecer bajo el cuidado de su padre”.
A los 29 años, Gary vio un anuncio que promocionaba un concurso nacional de tallado en madera un mes antes de la competencia. Participó en la contienda con palo de lluvia que contenía la imagen del dios azteca Quetzalcoatl, con mariposas blancas hechas de huesos. Gary quedó perplejo cuando escuchó que lo nombraron como el ganador del primer lugar. Los reporteros le pedían un comentario después de haber ganado. ¿Su respuesta? “Es bueno porque puedo pagar mis deudas”.

Con el dinero del premio, Gary le compró a su suegra el terreno en donde actualmente vive. Tuvo que pedir un préstamo al banco por 70,000 pesos para decorar su casa. Al ganar el concurso legitimó su estatus como un gran tallador, pero siguió trabajando como conserje y pintor en la casa de cultura, dando clases de arte para pagar las cuentas.
En la actualidad, Gary ha vendido más de 200 piezas en Europa, Rusia y Bolivia entre otros. Él ha enseñado a cientos de talladores de la región. Hace poco un cliente japonés le encargó un Quetzalcoatl por su tradicional habilidad artesanal. El arte se ha vuelto internacional.

Gary pagaba 1,000 pesos cada mes para saldar su deuda, la cual liquidó el mes pasado; sin embargo, la familia apenas puede salir adelante. Una base y media escultura se venderán por cinco mil pesos, pero no le sacarán provecho alguno ya que hay muchos gastos. Elizabeth aún tiene que trabajar en el puesto de tacos los fines de semana. José vende sus propias artesanías, como llaveros para ayudar con los gastos. Pero la familia es feliz con su estilo de vida. “Quiero más espacio y un cuarto para cada quien”, afirma Elizabeth “Sé que poquito a poquito lo tendremos todo”.


Gary begins to carve a pyramid for a commissioned sculpture.

Gary empieza a tallar un piramide para una obra comisionada.


El reloj en el pasillo del centro de cultura marca las 4:30 de la tarde. Hay nubarrones que se posan sobre el pueblo. Los talleres empiezan hasta las 5, pero catorce estudiantes ya se encuentran reunidos, trabajando en sus piezas. Gary camina por el pasillo y nota que un estudiante de preparatoria no utiliza la técnica correcta para trabajar con la navaja.

Tienes que usar la punta de la navaja para tallar”. Gary afila la navaja y comienza cortar la madera. —Te vas a cortar con la cuchilla si usas mucha fuerza—, agrega. —¿Entonces es como con el formón?— pregunta Ulises Aguacate González mientras sostiene el cincel enfrente a él. Ulises levanta la mirada hacia Gary, para quien el tallado de madera es parte de la cultura de Malinalco. “(El tallado de madera) me hace sentir orgulloso de ser mexicano”, declara Ulises.

Gary se compromete con los talleres y con la comunidad ya que él nunca tuvo este tipo de oportunidades cuando era joven. No obstante, puesto que pasa la mayor parte de su tiempo contribuyendo a la comunidad, no tiene tiempo para dedicarse a su carrera. Gary planea dejar su empleo cuando su contrato se acabe para dedicarse a su trabajo; aún así espera enseñarles a sus alumnos tanto como sea posible antes de que eso ocurra.

Gary siempre tiene presente la importancia de la comunidad. “El tiempo no existe, nosotros existimos en él. Conflictos, guerras, no se mueven, nosotros sí, pero tus raíces siempre van a estar ahí. Jamás le des la espalda a tus raíces” dice Gary. “(Los estudiantes) son lo más importante porque los amo. Quiero enseñarles a ser humildes y a respetar su trabajo. El arte es más que filosofía y vida”

“El arte te enseña a preocuparte por la gente y por las cosas que te rodean”.

Artistas de la Vida

Producido por Cristobal Ortega
Traducción de Aidé Aranda

Cristobal siguió a Ulises, un joven artista de la madera y de la vida.
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